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sábado, 9 de octubre de 2010

Les abrieron los ojos: Japón 1-0 Argentina


Japón ganó sin margen para la duda. Fue superior en cantidad y en calidad de juego, entendiendo por lo último no sólo a las exquisiteces técnicas que tan felices ponen a la corriente falsamente progresista del fútbol, sino a entender el juego desde todos los aspectos posibles. Japón hizo un primer tiempo en un sector del terreno y un segundo casi diametralmente opuesto. En los dos tuvo más profundidad y más ocasiones que el equipo argentino, que mostró como en todos estos años su exclusiva e insuficiente “Messi-dependencia”.

Nagatomo clausuró su lateral por izquierda pero además le hizo un verdadero desastre táctico al mediocampo argentino cada vez que se sumó a la línea de volantes. Incluso probó al arco desde media distancia. Fue, el 5 de Japón, todo lo que jamás podrán ser Heinze y Nicolás Burdisso. El primero, por impericia esencial; el segundo, porque es un marcador central nato, improvisado como lateral por derecha.

En ese sector medio, Argentina nunca encontró ni la pelota ni el partido. Errático D’Alessandro, con un fantasmal Cambiasso, le dieron rienda suelta al juego fluido, rápido y con buenos cambios de ritmo, con que marcaron la primera mitad esa línea de tres delanteros-mediocampistas, dibujo impuesto en el Mundial de Sudáfrica.

Honda, Endo y Okazaki se hicieron un festival en el que Mascherano volvió a ser un espectador de lujo.

Y renacieron las dudas eternas que vienen acompañando a este equipo del 2006 en adelante, incluyendo los más variopintos técnicos y casi todas las variantes posibles: cómo acompañar el desempeño de Messi. Cómo evitar que todas las luces se posen sobre el catalán con sangre rosarina, que terminó siempre aislado y rodeado por no menos de tres camisetas azules.

Batista pretende jugar “a la española”.

No tiene con qué. Pero acaso no tanto por la falta de nombres, sí por la falta de tiempo para entrenar.

Y debiera, además, luchar por un cambio de la mentalidad que no da la Argentina la sensación de poder afrontar.

Maniatado literalmente en el medio juego, sin oficio de los laterales para pasar con cierto mínimo criterio a funciones de ataque, con defensores a quienes se ha impuesto por la fuerza la idea de salir jugando desde el fondo y con delanteros siempre custodiados, Argentina terminó siendo un acorralado ratoncito ante un Japón, cada minuto más gigante.

Ellos fueron prácticos.

Rodearon, corrieron, no perdieron nunca el orden y cuando pudieron golpear lo hicieron letalmente.

Messi volvió a esas recordadas escenas mundialistas de “casi gol” o de arranques impresionantes que sirven para que todo el mundo se quede boquiabierto. Pero sin definición.

Batista tiene el apoyo de Messi para ser técnico del equipo.

No es suficiente.

No alcanza.

Las autoridades del fútbol argentino deberán seguir pensando si le dan finalmente la oportunidad de jugar en las “grandes ligas” o no.

Se viene Brasil y como quiere el DT Interino, no sólo se evaluarán los resultados. También el funcionamiento. Pero lamentablemente para él, la palabra de Messi no es la palabra del “Patrón”.

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