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viernes, 20 de agosto de 2010

Final: Inter, el bicampeón

Si no es con gresca incluida, no vale. Aún con el bochornoso final, cabe señalar que las Chivas y el Inter, toro en su rodeo y torazo en rodeo ajeno en las finales, jugaron los partidos esperados. Apretados, duros, difíciles y con el coraje como perfecto complemento del fútbol que ambos entregaron. Fue para el Inter y está bien.



Lo había definido casi en el partido de ida.


Pero, tal como ocurrió en la semifinal en Santiago, el conjunto mexicano jugó más suelto, con su mente menos atada y con más libertades individuales. Como para animársele de visitante a los brasileños.

Puesto en situación de “nada que perder”, por poco se apropia, como mínimo, del alargue. De hecho, lo empezó ganando con el golazo de Marcos Fabián sobre el final del primer tiempo.

Pero el Inter era más.

Siempre fue más.

Aparecieron D’Alessandro, Sobis y especialmente Taison, de la mitad de la cancha para adelante, más los aportes de Kléber, de esos laterales con marca genética “made in Brasil”, para sumarse con criterio y profundidad en la defensa rival, cada vez más vulnerable a medida que transcurrían los minutos.

Estuvieron brasileños y mexicanos a la altura de las circunstancias. E incluso, para aquellos que le dan al morbo, piñas mediante.

No aprendemos más.

Parece que “la cosa” de ser malos perdedores nació para establecerse y quedarse desde el sur del Río Bravo hasta la mismísima Ushuaia.

Fue medio grotesco estar armando las bambalinas para entregar los premios, mientras las patadas voladoras se adueñaban de los primeros planos.

Abandonad toda esperanza de mejora en este sentido.


Hoy por tí, mañana por mí. No habrá medidas ejemplares.

Llevo observando partidos en Copa Libertadores desde el año 1981 y he pasado por todos los puestos de trabajo: campo de juego, relatos, comentarios, presentación en el piso y columnas escritas o habladas.

Siempre fue igual.

A veces se “cae” una sanción que se pierde en la lontananza.

Pero, como el mito del eterno retorno, el caos vuelve cada año para hacerse dueño absoluto del escenario y dejar en un segundo plano un triunfazo como el Inter.

Como si estuviera en nuestra naturaleza.

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