Adolfo Bautista metió un cabezazo tipo “cañón” que, por poco, convierte en la nada misma el enorme esfuerzo que hicieron los muchachos del Inter. Si el fútbol tuviera alguna relación con “merecer”, terminó haciendo justicia por mano propia el resultado en el partido de ida de la Copa Santander Libertadores. Los goles no se merecen: se hacen. Y aunque sufrió, el Inter terminó concretándolos. Ganó bien.
“A llorar a la iglesia”. Y quien quiera oír, que oiga.
En definitiva, dispuso el conjunto mexicano de muchos de los segundos 45 minutos como para terminar dándole forma a esa victoria tan injusta como parcial de la primera parte.
Arellano comenzó a encontrar todos los espacios.
Renan terminó haciendo el ridículo en un par de ocasiones, lejos de aquellas seguridades del primer tiempo.
Guiñazú se quedó sin aire. Pero insistió.
El piso poco aportó como para generar, incluso, alguna lesión.
¿Se equivocó el Inter, acaso, en el planteo?
¿Debió ser, en todo caso, más conservador?
Éstas eran las preguntas al cabo de los primeros 45 minutos.
Pareciera que no.
El “problema”, desde la mirada del Inter, fue la oportunidad, el momento del gol de “Bofo” Bautista.
Difícil levantar cabeza cuando se hizo todo el gasto y la cosa sigue 0-0. Mil veces peor cuando casi camino al vestuario “te embocan”, diría el filósofo Alfio Basile, el cónsul honorario que puede dirigir el seleccionado de Panamá.
Eso fue lo que le ocurrió al Inter, hasta bien entrado el segundo tiempo.
Nei, que fue todo el primer tiempo, incluso para disgusto de D’Alessandro, se quedó sin nafta. El argentino se enojó por la mala administración de la pelota por parte del lateral, pasando al ataque.
Hubo sí, esfuerzos individuales.
Como los de Taison o los de Kléber. O del argentino D’Alessandro, quién metió un zurdazo maravilloso que se fue “besando” el travesaño cuando Michel no tenía absolutamente nada que hacer.
Vacuos esfuerzos individuales parecía generar el conjunto brasileño.
En líneas generales, el Inter fue más. Mucho más. Pero le faltaba la definición.
Hasta que aparecieron Giuliano y después Bolivar.
Everton amagó mucho más de lo que concretó.
Le dieron más de la mitad del segundo para ver si era capaz de cambiar el rumbo del partido.
No lo hizo.
Por eso fue reemplazado a los 26 por Rafael Sobis, proveniente de Arabia Saudita el hombre.
A esa altura del partido, con el segundo de cabeza de Bolivar (dos cabezazos entre Indio y Bolivar en el área, a cobrar), se había hecho justicia.
El Inter fue más que Chivas durante todo el encuentro. Y lo terminó demostrando en la segunda parte.
¿Qué le pasa a Chivas que de local sufre?
¿Volvemos a la cuestión de los psicólogos?
Chivas sufrió de local contra la “U” pero luego lo pasó por arriba en Santiago.
Chivas bailó con la más fea frente al Inter en el partido de ida.
¿Será capaz de darlo vuelta en Brasil?
Si uno tuviera que juzgar por lo hecho en el encuentro de ida, pareciera que todo esta dicho.
Ya nos “quemamos” con este mismo equipo cuando apostamos a que era imposible dar vuelta la cuestión en semifinales.
Nos equivocamos.
Sólo por eso no seremos lo contundente que las diferencias entre uno y otro marcaron en la noche del miércoles.
Se lo han ganado los mexicanos.
Por otro lado, en la edición anterior, los argentinos de Estudiantes fueron capaces de ser torazos en rodeo ajeno.
¿Por qué no podrían los mexicanos?
Otro tema no menor es que el gol de visitante no tiene un valor especial en las finales.
Apenas un 1-0 le bastaría para buscar el alargue. No parece. Pero hablamos de fútbol. Y aquí la lógica suele brillar por su ausencia.
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