La bomba explotó antes de tiempo. No llegaron a consumarse los 90 minutos, que la gente de Independiente estalló. “Que se vayan todos…”, llovió desde las furiosas tribunas del Libertadores de América. Una nueva derrota, la cuarta en cuatro partidos del Clausura, fue el detonante que acortó la mecha y desató la bronca generalizada. Un Rojo sin identidad cayó 3-1 ante Argentinos y mostró (nuevamente) un panorama desolador.
El duelo ante el Bicho asomaba como un partido crucial tanto para Ramón Díaz como para la institución. O servía como el despunte tras un arranque fatídico, o enterraba aún más a los de Avellaneda y los hacía tocar fondo. Finalmente, el Rojo, con sus horrores defensivos, inclinó la balanza hacia la segunda opción.
Ya a los ocho minutos, Nicolás Batista le dio un golpe durísimo poniendo el tempranero 1-0 para los de La Paternal, que con Borelli en el banco despedían al cuerpo técnico comandado por Pipo Gorosito. Un corte de luz obligó a parar 18 minutos pero, en la reanudación, Bordagaray terminó de liquidar anímicamente al Rojo: remate débil al medio del arco, y flojísima reacción de Hilario Navarro, a quien se le escurrió la pelota y se le metió.
En la segunda parte, Ramón metió mano, se la jugó con Defederico y Parra, pero nada cambió. Disparo lejano de Barzola y, nuevamente con complicidad de Navarro, Argentinos puso el 3-0. Al minuto, Battión descontó y al menos le dio una alegría en pleno caos a Independiente, rompiendo la sequía goleadora.
Los del Rojo comenzaron a abandonar el estadio y, los que se quedaron, se encargaron de manifestar su bronca. Con esta nueva derrota, el Independiente de Ramón entró en la historia negra del club, y por tercera vez sumó cuatro caídas en un arranque. ¿Las anteriores? En la Copa Campeonato de 1936, y en el torneo de 1956. En la próxima fecha se viene Boca, ya sin Ramón Díaz en el banco.
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