Tenía un apellido común, un nombre novedoso y una capacidad casi única: hacía más de un gol por partido. Pero eso es apenas un detalle de la estadística. Valeriano López era, sobre todo, un personaje de esos que cuando se los aborda o recuerda queda la sensación de que fueron únicos e irrepetibles. Sumó récords en las Ligas de Perú y de Colombia. Fue ídolo en casi todos lados. Y hasta tuvo una respuesta que con los ojos de este tiempo se parece demasiado a un absurdo: se negó a ser transferido al Real Madrid.
No es casual que sea considerado como el mayor emblema de la historia de Sport Boys, ese club que lo adora incluso ahora que periódicamente recibe homenajes post morten. En sus tres primeras temporadas (de 1946 a 1948) fue el máximo goleador de la Liga de Perú, con 62 goles en 54 partidos. La racha se cortó por una inconducta: en 1949 fue sancionado por escaparse de la concentración de la selección peruana días antes del Sudamericano de ese año. Entonces, castigado, se fue a jugar a Colombia.
En los tiempos del Tanque de Casma (ese apodo que conjugaba su contextura y su ciudad de nacimiento) en el Deportivo Cali, entre 1949 y 1950, sucedieron dos episodios que lo convirtieron en un personaje único. El presidente del Real Madrid, Santiago Bernabeu, viajó personalmente para ficharlo. Y Valeriano tuvo una respuesta para el asombro del titular de la Casa Blanca y de la historia: no aceptó la oferta debido a que no deseaba estar lejos de su familia. Lo que sigue forma parte de un azar más curioso aún: ante la negativa de Valeriano, más tarde Bernabeu se decidiría por un perfecto plan B: el argentino Alfredo Di Stéfano, quien jugaba para el memorable Ballet Azul de Millonarios. Señalan que lo confesó el titular del Madrid: "Fui a buscar a Valeriano, porque jamás había visto un cabeceador tan extraordinario, pero luego volví por Alfredo. Y no me quejo... porque me dio cinco Copas de Europa".
El segundo hecho define también al personaje. Tenía un raro berretín ostentoso: se armaba cigarrillos con los dólares que recibía en aquella Era de Oro del fútbol colombiano y los fumaba. Muchos de esos billetes eran entregados por los hinchas caleños, a modo de agradecimiento y de pedido para que se quedara en el club. El final de su vida, en medio de carencias, le cobraría cara la osadía.
Su mejor temporada sucedió en 1951, jugando para Sport Boys. Hizo lo que parece imposible: casi dos goles por encuentro (31 tantos en 16 presentaciones). Claro, fue el máximo anotador del torneo. El título se definió en el último partido frente al Deportivo Municipal, que el año anterior le había quitado la corona al Boys por sólo un punto. El cuadro de El Callao se tomó la revancha al ganar por 3-2 y sacarle dos puntos a su vencido. En el encuentro definitorio, le marcó tres goles al arquero Luis Suárez, a quien Valeriano, antes del inicio, se acercó para saludarlo y decirle: 'Ahora te voy a meter tres goles'. En la medida que se producían los goles, Valeriano le recordaba a gritos los que restaban. Al final de la tarea, le mencionó la jactancia inevitable: “Ya cumplí con mi palabra. En adelante puedes atajar tranquilo”.
Por el seleccionado peruano tuvo un paso fugaz e impresionante. El mejor ejemplo lo ofreció en el Campeonato Panamericano de Fútbol de 1952. En la victoria por 7-1 contra Panamá convirtió cinco goles (todos de cabeza); y también hizo dos tantos en el 3-0 a México. Antes había resultado el máximo anotador de los Juegos Bolivarianos de 1947.
Valeriano es uno de los únicos tres futbolistas sudamericanos que convirtieron, en promedio, más de un gol por partido jugado (los otros dos: el brasileño Arthur Friedenreich y el argentino Bernabé Ferreyra). Hizo 207 tantos en 199 encuentros, según IFFHS.
No sólo eso, este peruano notable fue también orgullo de Huracán. En 1953, ya como un gigante del fútbol sudamericano (al margen de sus 188 centímetros de altura), fue contratado por el club de Parque de los Patricios: disputó 18 encuentros e hizo 10 goles. Luego se iría a Alianza Lima, donde fue figura y campeón. Bajo el cielo del fútbol argentino, rindió por debajo de su condición de leyenda. Sin embargo, entre los rincones del Ducó, ocasionalmente se recuerda su mito.
Daniel Arturo Corcuera Osores es peruano y poeta. Y también admirador de Valeriano López. Escribió de él: "¿Qué torbellino de ébano es ese que avanza arrollador con un turbante de goles en la cabeza? /No hay muro que le salga al frente / demoliendo barreras,/ cañoneando con la cabeza,/ hombre gol de rutilante casco, /el 'Tanque de Casma' Valeriano López,/y -su compadre Barbadillo-/carnales de césped y de la cebada /bebiéndose todo el rocío de los prados/ ¿dónde iremos a 'buscallos'?" También daba para la poesía el goleador que fumaba dólares. Murió pobre a los 68 años, en El Callao.
Diario Clarín
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